Domingo. 20:00 horas. Estadio Santiago Bernabéu de Madrid. Frente a frente el Real Madrid y el Rayo Vallecano, o lo que es lo mismo, el pez gigante contra el pez chico… pero trabajador. El árbitro pita el inicio del encuentro, y a los 15 segundos se escucha cómo retumba un grito, un grito que sobrecogió el corazón de miles y miles de rayistas.
En el cuarto anfiteatro de ese estadio interminable que es el Bernabéu, uno de los mayores “rascacielos” del fútbol mundial, se situaban cientos de valientes con la franja roja cruzándoles el pecho, el corazón, y el alma.
Llegados desde Vallekas y desde cualquier punto de la geografía madrileña (e incluso de fuera) se concentraron en el obelisco del Paseo de la Castellana. Desde allí comenzó una marcha a través de esta mítica e histórica calle madrileña.
La pasión por el Rayo Vallecano avanzaba en dirección a uno de esos estadios donde jugar significa algo distinto, y más cuando tu equipo lleva ocho años entre la Segunda División y la Segunda “B”. La gente cantaba y le daba color a la Castellana, un lugar que se suele vestir de blanco, pero que esta vez se tiñó con la franja roja.
Las personas que caminaban se giraban y se detenían sorprendidas al paso de los aficionados rayistas, e incluso alguno vestido con la camiseta del Real Madrid les miraba con cara de admiración.
Y con estas llegaron al estadio Santiago Bernabéu, la casa del Real Madrid, un campo que hacía nueve años que no se pisaba y que ahora se iba a hacer con más fuerza e ilusión (sobre todo ilusión) que nunca.
Cuarto anfiteatro del fondo norte, allí se ubicaron los cientos de rayistas que aplaudieron cuando Dani Giménez primero, y el resto del equipo después, salieron a calentar. Los jugadores levantaban la cabeza y, más allá de las nubes de altura, veían infinidad de rayos estallando y dándoles ánimos en un partido que para todos era muy especial.
Poco después, el Real Madrid y el Rayo Vallecano saltaban juntos al césped para dar comienzo a este partido, un encuentro que muy pronto nos iba a deparar una enorme sorpresa.
Saca el Rayo. Michu toca para Tamudo, éste intenta jugar con Movilla pero el Madrid la recupera. Lass Diarra toca atrás y encuentra a Michu, quien juega con Tamudo. El “9” rayista lo intenta desde lejos, el bote hace que Casillas rechace el balón, Michu gana en velocidad a la zaga blanca, tira a puerta con la zurda y, de repente, desde el cuarto anfiteatro se escuchó EL GRITO…
¡¡¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL!!!!! ¡¡¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOL!!!!! ¡¡¡¡¡GOLAAAAAAAAAAAAAAAZOOOOOOOOOOOOO!!!!! ¡El Rayo Vallecano marcó el 0-1 a los 15 segundos de juego!
Michu, el Rayo Vallecano, el barrio de Vallekas, y el rayismo pasaron a la posteridad del fútbol mundial al marcar el gol más rápido de la historia que recibe el Real Madrid en el Santiago Bernabéu.
Caras de incredulidad, manos a la cabeza, la adrenalina por las nubes, la garganta rompiéndose con ese grito, abrazos, besos, amigos que se zarandean celebrando un gol histórico, alegría, alguna lágrima de emoción, brazos al cielo, besos al escudo, y sobre todo, un enorme sentimiento de orgullo de ser del RAYO VALLECANO.
A partir de ahí, 37 minutos en los que el conjunto vallecano fue por delante en el marcador, en los que estuvo por encima de uno de los equipos más grandes del mundo, en los que tuvo contra las cuerdas a uno de los técnicos más importantes del planeta, en los que hizo tambalearse a uno de los clubes con mayor presupuesto del universo. 37 minutos en los que el sueño se hizo realidad… porque el Rayo ganaba en el Bernabéu.
Sí, a partir de ese minuto 37 llegó la goleada y el Real Madrid pasó por encima. 6-2 final, aunque los franjirrojos llegaron a ponerse con 3-2 gracias a otro tanto de Michu a la salida de un saque de esquina.
Esta es la historia de “el grito”, un grito venido del cielo y soltado al viento por centenares de hinchas rayistas que durante unos minutos acallaron a los 80.000 aficionados locales. Un grito de orgullo de aquel que sabe modesto, humilde pero trabajador, y que, viniendo desde abajo y al menos durante un tiempo, estuvo por encima de uno de los más grandes.
Un grito histórico que jamás, nunca jamás, se lo podrán quitar a la afición del Rayo Vallecano.