Este fin de semana se consumó el descenso a Tercera División de un histórico. Tras 27 años sin visitar esta categoría, el Pontevedra sellaba su retorno al infierno haciéndolo además de la peor manera posible: Cayendo goleado 1-5 en Pasarón ante el Guadalajara. El “Ponte” inicia así una nueva etapa que quizás sirva para partir de cero y soñar con volver a ser ese “hueso que había que roer” cuando se enfrentaba a los grandes en Primera División.
Tengo que reconocer que la noticia de que el Pontevedra va a jugar la campaña que viene en Tercera cuanto menos me sorprendió. La verdad es que siento una gran simpatía por el conjunto granate y eso viene de cuando veía al Rayo Vallecano luchando en Segunda “B”. En aquellos años, el gran partido del Grupo I (casi se convirtió en un pequeño “Clásico” por la importancia que tenía), era el Rayo-Pontevedra.
Ambos conjuntos solían ser los que más recursos tenían y los que formaban las plantillas más competitivas. Recuerdo el gran portero que era Nicolás Bonis, a los defensas Fede Bahón, Baggio, Dumast o Alejandro Vázquez. En medio estaban Nasser, Rubén Reyes (que luego fichó por el Rayo y acabó volviendo esta misma temporada), y cómo no, el tridente formado por Charles, Igor y Yuri.
Además, tenían dos de los estadios con más capacidad del Grupo y eran los que más afluencia de público arrastraban tanto en casa como fuera.
Los partidos eran muy emocionantes ya que se solían jugar el liderato, y se solucionaban por cortos 1-0. El Pontevedra ganaba en Pasarón y el Rayo en el Teresa Rivero. En una ocasión se le ocurrió a los franjirrojos salir con los tres puntos del feudo pontevedrés, mientras que éstos sólo lograron un empate en las cuatro visitas que hicieron.
Sin embargo, todo esto es historia…
Es curioso ver como el fútbol puede hacer que todo cambie en breves espacios de tiempo. El año pasado, con el ex sevillista Pablo Alfaro como técnico, se quedaron en las semifinales del play-off de ascenso a Segunda tras caer con un Alcorcón que se mostró intratable a lo largo de la temporada regular.
Esta campaña el proyecto volvía a ser ambicioso y el ascenso de categoría planeaba en el horizonte, pero las cosas se torcieron.
Lo primero fue las importantes bajas que sufrieron en verano. Charles Días se marchó al Córdoba y Yuri de Souza fichó por la Ponferradina. Dos de las tres piezas del tridente que mencioné antes hicieron las maletas y sólo se quedó Igor de Souza (Hermano de Yuri y primo de Charles).
La campaña no fluía como se esperaba y los malos resultados y los problemas económicos hicieron mella en el plantel, provocando que en el mercado invernal no quedara más remedio que liberar a algunas figuras. El goleador brasileño Igor fue cedido al Tenerife y Gerardo fichó por el Alcorcón. Además, en el plano institucional hubo cambio en la presidencia, ya que Saturnino Mirón dejó su cargo y lo ocupó Mauricio Rodríguez.
Las cosas se torcieron para no enderezarse más y tras tres entrenadores (Ángel Viadero, Fernando Castro Santos (quien entrenó gratis al club durante los cinco meses que estuvo en el cargo con el fin de que no tuviesen más gastos), y Manuel Tomé) este fin de semana selló su descenso a Tercera División.
Por cierto, ¿Qué significa eso de “Hay que roerlo”?
Eso viene de los años en los que el Pontevedra estaba en Primera División. Eran los años 60 y estuvo durante 6 campañas en la máxima categoría del fútbol español. Por aquellos días, se convirtió en uno de los equipos más difíciles de vencer en su estadio, por lo que los jugadores de los equipos grandes decían aquello de “es un hueso duro de roer, pero hay que roerlo”. La hinchada pontevedresa pronto hizo suyo el lema “Hay que roerlo”, lo cual se ha convertido en su grito de guerra que perdura hoy en día.
Insisto en que aún me sorprende ver cómo el año que viene el Pontevedra va a jugar en Tercera, aunque con el apoyo de la afición y una buena gestión en los despachos volverá a salir adelante.
Quizás haya que tener paciencia y no sea algo inmediato, pero si las cosas se hacen bien y la suerte les acompaña, el “Ponte” volverá a ser ese hueso duro de roer.